La Coherencia de la emoción

“Es muy difícil, muy complicado,

entender porqué un cierto tipo de obra

pasa inmediatamente al sistema nervioso

y otra te cuenta la historia en una larga diatriba

a través del cerebro”

                                                        Francis Bacon

Hace ya tres años, la primera vez que escribí sobre la obra de Altieri, cité esa maravillosa frase de Bacon. Y, a pesar del tiempo transcurrido, sigue siendo la frase que me parece más adecuada para definir su obra. No es que su pintura no haya evolucionado, sino que sigue siendo, a través de sus continuos cambios y modificaciones, una pintura que se lee desde lo sentidos, desde lo emocional y no desde la razón.

En esta muestra, Altieri plantea un recorrido por sus últimas creaciones, en las que fue encontrándose sucesivamente con el volumen, con el collage, con la gestualidad de la caligrafía, con el silencio de los blancos.

A partir de un inicio azaroso en el que pega, recorta, mancha, raspa, oculta y descubre, Luis Altieri va desentrañando las leyes ocultas en cada trabajo, como un alquimista que mezcla sus materiales en la búsqueda de equilibrio. Y los colores van apareciendo, las formas van ordenándose, desechándose o seleccionándose según unas reglas que varían de un trabajo a otro, porque sin duda el juego del riesgo es continuo en su obra.

Chillida escribió alguna vez que “ si ahora sé cómo puede salir una cosa, entonces no la hago, porque sé que no conduce a ninguna parte. La experiencia es un freno para muchas cosas: lo quiere asegurar todo. En cambio, todos los interrogantes que te puede plantear una obra son algo positivo, porque te hacen mirar de otra manera.” De alguna manera ese espíritu mantiene Altieri en su obra. Continuamente busca maneras de mirar desde otro lado, de mirar más libremente. Inicialmente figurativo, fue derivando hacia unas formas cada vez más abstractas, más oníricas, y el color fue ganando espacios, un color al que pocos artistas se atreverían. Cuando el color ya fue un compañero conocido, saltó sin red hacia los collages, comenzó a utilizar papeles ya no para texturar sino para mantenerlos como color, como formas. Y cuando todo empezó a encontrar su lugar, el acróbata vuelve a saltar hacia la inmensidad silenciosa de los blancos, blancos engañosos que contienen en sí mil colores, blancos plenos de otros blancos que lo contienen.

Y siempre, una coherencia interna como hilo conductor, que hace reconocible una obra suya entre miles de otras. La coherencia que le da la fidelidad a sí mismo.

Florencia Salas
Curadora