Luis Altieri, Ornamento y Delito

“He enunciado la siguiente idea: la forma de un objeto debe ser tolerable durante el tiempo que físicamente dure dicho objeto”.

Adolf Loos, Ornamento y delito, 1908

 

Para poder comenzar a hablar de la pintura de Altieri intentando evitar el riesgo de repetir con otras palabras, conceptos que ya han abordado otros críticos, y aun él  mismo en innumerables entrevistas, he tenido que recurrir a metáforas de connotación extrema, o al menos controvertidas, tanto como el controvertido y famoso texto de Adolf Loos al que aludo y cito en el título. Me explicare: Luis es un pintor de larga y conocida trayectoria, en dominio absoluto de su lenguaje de origen, el expresionismo abstracto. Su pintura es reconocida a primera vista  y celebrada por el público y también por los especialistas. Esto, que puede percibirse como una ventaja y por qué no decirlo, el resultado mismo de una larga y rica experiencia de vida  que constituye un enorme y merecido logro de la madurez. No obstante, lo sabemos todos los artistas, denota también un paradójico “riesgo”: el de convertirse en un manierista.

El concepto de maniera se tomó de la literatura de costumbres y había sido originariamente una cualidad del comportamiento humano. Aquella maniera significaba poseer un saber hacer, es decir, una habilidad natural que no implicase ningún esfuerzo visible, pero que se desarrollara con refinamiento. De hecho, En 1550 Vasari en su  “Vida de los artistas” la enumeraba entre las cualidades que hacían a un artesuperior. A la hora de considerar las tendencias artísticas susceptibles de ser calificadas como manieristas, sería entonces lógico exigir que estén embebidas de maniera, por lo tanto, habría que rechazar aquellas obras en las que fuera evidente la tensión, la brutalidad, la violencia y la pasión manifiesta. Es decir, obras de arte pulidas y sutiles, fruto de una idealización de lo natural.  Y aquí vuelvo con la pintura actual de Altieri,  o más bien su pintura como resultado de su condición manierista.  Lo esperable, según podemos entender de los conceptos anteriormente comentados, seria ver una evolución natural, incluso “lineal”  en relación con el corpus de  su producción anterior donde, entiendo, sí  podemos esperar, en aquel dominio de sus facultades  y etc. etc.,  el resultado de una pintura elegante, sutil, ordenada, fruto del buen saber hacer.  Pero el artista manierista, paradójico, contradictorio y sabiotambién, nos demuestra que es posible transgredir la ley natural y  mostrarnos los aspectos mástabu, oscuros y esenciales del artista cachorro (recién iniciado en un sentido mágico), el ritual de iniciación y el brujo, todo a la vez,  aunque  desde un inexplicable Orden implícito.

Intuyo que para poder comprender estos conceptos , sobre todo dentro de la experiencia  intransferible como espectador de la obra de Altieri ( y en mi caso, privilegiado testigo de gran parte del proceso de creación  de su obra) sería apropiado recurrir al concepto de lo Sublime en Kant. Pero nos perderíamos en el océano enciclopédico del siglo XVII. Prefiero volver a la paradoja manierista, tal vez mas alejada de la Razón y cercana a la Intuición. Existen varios aspectos que denotan estar en presencia de una obra de ese orden:

Artificio, o El alejamiento aparente de la naturaleza que hace del  estudio de la misma  parte sustancial de las tareas del artista, solo que no conformándose con la copia de la realidad, piensa que mejor es obrar como ella. (Francis Bacon, otro manierista moderno,  declaro en varias oportunidades el carácter eminentemente artificioso de su pintura) El color en Altieri, muy a pesar de sus connotaciones naturalistas, es a la vez un sello inconfundible suyo y poéticamente, como quería Oscar Wilde, antinatural.

Variedad: En las artes visuales la variedad se consideraba una cualidad esencial de la obra. Esta búsqueda exagerada de la variedad se ha relacionado con la monotonía de la vida cortesana y la consiguiente demanda de productos artísticos que produjeran sorpresa, pero La variedad como concepto se contrapone a la unidad clásica y desemboca en el énfasis de las partes en perjuicio del todo. La distinción entre la variedad manierista y la de los periodos anteriores y posteriores está en que aquélla se convierte en un ornamento que forma parte del propio estilo. Este ornamento es sinónimo de abundancia e incompatible con la abreviación. Tal como se podrá comprobar en este escrito, mismo, inspirado en la obra de Altieri, su pintura actual, lejos de practicar la brevedad, explora el exceso, pero también (a veces) el silencio.

Separación de forma y significado, donde se produce una disyunción entre estas, logrando la ostentatioartis. El Manierismo agrede continuamente el concepto aristotélico del decorum o adecuación al fin, es decir, esa proporción o correspondencia que el estilo tiene con el tema. Los surrealistas lo sabían bien y lo practicaron hasta el exceso, actitud también muy manierista. Altieri lo experimenta  cuando continuamente pone a prueba el lenguaje (y los medios) de la pintura al incorporar previa y posteriormente papeles, cola vinílica, materiales incompatibles y formas geométricas destripadas con letras, palabras inconexas y fotografías, todos esos elementos ahora en un impúdico y erótico festín sensorial.

Y finalmente el virtuosismo: La gran obra de arte es la realización perdurable de un virtuoso. Esta idea está en estrecha relación con la noción de dificultad deliberada casi siempre, y como superarla. Probablemente este concepto aparentemente técnico, sea más bien del orden temperamental. Al menos así lo percibo en el proceso creativo de Altieri, continua y obsesivamente buscando nuevas formas y formatos, colores inexistentes y  equilibrios inestables, sorprendiendo siempre (otra característica manierista), y esta exposición lo demuestra, cuestionando y afirmando a la vez el lenguaje que definitivamente eligió, esta vez  para reafirmarse en esta etapa de madurez creativa y fervor juvenil siempre huyendo hacia la vida bajo el serio delito de exhibir su humanidad.

 

Daniel Vidal, Buenos Aires, marzo de 2018